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RESISTENCIA A LA RUSIFICACION DE FINLANDIA. 1898-1905.
(Miller, W.R. dossier nº2 de la revista "Non-Violence politique" traducido por Revista Oveja Negra nº 33)

El Gran Ducado de Finlandia había sido conquistado por Suecia en el S. XII. Pero en 1809 fue cedido a Rusia. Finlandia gozaba de autonomía real para su política interior; elaboraba sus propias leyes a través de su propio Parlamento; sólo los asuntos exteriores estaban en manos de la Corte Imperial rusa en San Petersburgo; los zares rusos eran a la vez reyes de Finlandia. Durante 80 años este arreglo satisfizo al pueblo finlandés y el país conoció una época de desarrollo tanto cultural como económico, sin que Rusia interviniera en sus asuntos internos.

Pero a finales del S. XIX los círculos dirigentes rusos fueron ganados por las ideas paneslabas de dominación rusa e intentaron imponer en todas partes medidas de rusificación. En 1889 el zar Alejandro II anuló las reformas que el Parlamento finlandés había aplicado a su legislación sobre la criminalidad. En 1890 el servicio de correos fue colocado bajo control ruso. En 1891 se exigió a ciertos funcionarios que supieran ruso. Bajo el régimen de Nicolás II, en 1898 un ruso, el general Bobrikov, conocido por su furioso nacionalismo, fue nombrado gobernador general de Finlandia. Bobrikov decretó que las tropas finlandesas serían integradas en el ejército ruso y que podrían ser enviadas a cualquier provincia del Imperio ruso.

DESOBEDIENCIA CIVIL

El Parlamento rechazó unánimemente este decreto. El Zar decidió entonces que sólo él tendría en adelante el derecho a establecer el orden del día del Parlamento, y así lo redujo únicamente a ser un cuerpo consultivo. Se negó a recibir a las Delegaciones enviadas por el Senado y el Parlamento. Una coalición constitucional reunió a todos los partidos políticos finlandeses. A pesar de la censura de prensa y de la correspondencia privada, una petición fue firmada por 523.000 personas (sobre un censo total de 2.700.000 habitantes). Escapando a la vigilancia de la policía rusa, 500 hombres se prestaron a ir a San Petersburgo a presentar una petición al Zar. Una delegación internacional se organizó para presentar la misma petición: entre las firmas estaban las de Herbert Spencer, Florence Nightingale, Emile Zola, Anatole France, etc. Pero el zar se negó a recibir a cualquiera de estas delegaciones . El decreto sobre el ejército tomó forma de ley.

Finlandia fue sometida a un duro régimen de opresión. Todos los derechos civiles relacionados con la libertad de expresión o de reunión fueron abolidos. Bobrikov llamó a 25.000 hombres a filas, pero15.000 de ellos no se presentaron en el cuartel. No pudiendo arrestar a tal cantidad de gente joven el gobierno deportó a los 17 abogados que les habían defendido y cesó en sus funciones a 15 jueces que les habían absuelto. Reemplazó a los alcaldes, a los gobernadores de las provincias y a los policías, por rusos. Revocó a 300 altos funcionarios. Repartió el ejército finlandés por toda Rusia y llenó los cuarteles finlandeses de soldados rusos. Hizo obligatoria la enseñanza del ruso en las escuelas.

En respuesta a todas estas medidas, los finlandeses recurrieron a la resistencia civil: los representantes oficiales se negaron a poner su firma en los papeles oficiales como exigía la ley. Los jueces no tenían en cuenta las nuevas leyes promulgadas ni las instrucciones recibidas. Los padres cerraban los ojos ante las convocatorias para que sus hijos asistieran a las clases de ruso. Una sociedad patriótica secreta fue fundada para redactar peticiones, para organizar manifestaciones de protesta y para ayudar legal y materialmente a los finlandeses que tuvieran que emigrar o escapar del llamamiento a filas. Todo esto se organizó sin que las autoridades finlandesas hiciesen nada para oponerse. Los profesores recomendaban abiertamente a sus alumnos la resistencia pasiva. Los pastores luteranos predicaban audazmente en público y apremiaban a sus feligreses a que se pusieran al servicio de la causa nacional.

Un periódico clandestino impreso en Estocolmo funcionaba secretamente, reforzando así la moral del pueblo y su solidaridad en esta resistencia unánime frente al poderío ruso, presente por doquier.

PROVOCACIONES A LA VIOLENCIA

Esta lucha continuó a lo largo de cinco años, en los que los finlandeses se ciñeron estrictamente a esta clase de resistencia civil. Pero Bobrikov, finalmente recurrió a una táctica odiosa: agentes provocadores a sueldo perpetraron diversos actos de violencia contra las autoridades rusas de ocupación , lo que fue un excelente pretexto para justificar una cruel represión contra los finlandeses. Además, esto incitó a algunos finlandeses a adoptar también ellos métodos de lucha violenta. Hubo toda una escalada de incidentes sangrientos secretamente organizados o manipulados por los propios rusos y luego salvajemente castigados por los cosacos del zar. De golpe, las medidas de rusificación del país se multiplicaron y la situación se agravó aún más.

Pero en lugar de romper la resistencia finlandesa, esta nueva táctica de Bobrikov se volvió contra él. Víctima de su propio maquiavelismo, fue asesinado por un joven finlandés en 1904. Otros asesinatos fueron cometidos por finlandeses, presos de la desesperación, e influenciados además por el Partido Socialista Revolucionario ruso, que les procuraba armas, a la vista de una posible revolución.

EL MOVIMIENTO OBRERO EN LA LUCHA

Pero la resistencia civil no había dicho su última palabra. Fue el movimiento obrero, en pleno desarrollo en esta época , quien la retomó por su cuenta. El primer sindicato fue fundado en 1833. Desde 1895, el periódico socialista ""El Trabajador" reclamaba una sola Cámara elegida por sufragio universal, escuelas públicas gratuitas, jornada de ocho horas, etc. El partido socialista democrático en 1903 tenía 13.500 afiliados entre obreros tanto agrícolas como industriales, y estaba muy bien organizado. En 1905, cuando Rusia fue vencida por Japón, el partido socialista convocó la huelga general. "Todos los trenes se pararán, el telégrafo no funcionará, las fábricas quedarán desiertas". Espontáneamente todo el pueblo respondió: las tiendas, las oficinas, los colegios y restaurantes se cerraron. La policía se puso en huelga y fueron los estudiantes los que formaron espontáneamente un servicio de orden. No hubo ningún derramamiento de sangre. Era sencillamente la resistencia civil sostenida por una nación entera. Al sexto día el gobierno zarista, que a su vez estaba acosado por una insurrección en San Petersburgo mismo, entró en negociaciones con los finlandeses: anuló todas las iniciativas tomadas por Bobrikov, restauró un gobierno finlandés constitucional con un nuevo Parlamento elegido por sufragio universal, donde incluso las mujeres pudieron ser elegidas. En las primeras elecciones libres en 1907 los socialdemócratas obtuvieron 80 escaños sobre 200. Aparentemente, fue una magnífica victoria de la noviolencia. Pero justamente en 1907, el gobierno del zar, habiendo recuperado las riendas del poder después de los graves levantamientos de 1905, reemprendio sus esfuerzos en rusificar Finlandia. En lugar de las ilegalidades brutales de Bobrikov, recurrieron diestramente a las manipulaciones legales. Hubo entonces una nueva resistencia civil, pero esporádica. Por ejemplo, 23 jueces y abogados del tribunal de Viipuri fueron condenados y encarcelados en Rusia por haberse negado a cambiar la sentencia en un caso que ya estaba fallado. Así mismo, las dos terceras partes de los pilotos finlandeses dimitieron para protestar por el control ruso ejercido en sus actividades marítimas. Así mismo, durante la 1ª Guerra Mundial los finlandeses consiguieron el no hacer el servicio militar en el ejército ruso; pero debían pagar en contrapartida un severo impuesto. El ejército ruso construyó fortificaciones, y sus tropas pudieron circular libremente por el territorio finlandés. Los dirigentes finlandeses que osaron protestar abiertamente contra el proceso de rusificación fueron exiliados sin miramientos a Siberia. INDEPENDENCIA Y... GUERRA CIVIL Durante todos estos años Finlandia, o más exactamente los capitalistas finlandeses, conocieron una prosperidad económica sin precedentes. Muchos hicieron fortuna abasteciendo a un ejército ruso insaciable. Este hecho explica que la nación finlandesa fuera incapaz de conseguir su unidad como lo había hecho en 1905. Trágicamente, a la hora de la independencia, la división de clases sociales era tal que desembocó en una guerra civil. Fueron necesarios 24.000 muertos en 1918 para que se instaurara al fin una república. Pero los jefes socialdemócratas fueron encarcelados o exiliados por las fuerzas del mariscal Mannerjeim... Como en el caso de Hungría, constatamos en esta historia las grandes posibilidades inherentes a una resistencia noviolenta bien unida, pero igualmente, cómo sus posibilidades reales dependen de factores externos, sobre los que los resistentes no tienen ningún poder. El éxito extraordinario de la huelga de 1905 fue debido principalmente a la debilitación de Rusia por la guerra con Japón, así como a las diversas revueltas que se produjeron en Rusia ese año contra el régimen zarista. A pesar de todo , teniendo en cuenta esos hechos, la huelga general fue un acontecimiento decisivo; aunque, ciertamente, con ella no se llegó al paraíso. Muchos beneficios que con ella se habían obtenido se perdieron en los años siguientes, pero otros sobrevivieron a la crisis de la independencia. Hay que añadir que el mismo pueblo que había resistido a los rusos sin apenas derramamiento de sangre llegó a matarse entre sí con una ferocidad salvaje. He aquí una ironía cruel de la historia. La lección que debemos sacar es que el recurso a la resistencia civil, en un momento dado de la historia, es eficaz solamente en la medida en que es un medio que está plenamente de acuerdo con los fines que se persiguen. Pero no es siempre un cheque en blanco sobre el futuro. NOTA El nº 62 de la revista "Alternatives Non Violentes" de diciembre del 86, dedicado a la resistencia civil, ha publicado un artículo sobre la resistencia de Finlandia a la rusificación, que es un buen complemento del presente. En él, S. Huxley profundiza en el contexto político-social de Finlandia, destacando la fuerte tradición constitucional y la conciencia de identidad cultural. Analiza las distintas fuerzas políticas, entre las que no faltaban tanto los partidarios de la sumisión como los de la violencia. Es de destacar que la resistencia no fue un fenómeno espontáneo y que grupos concretos y organizados fueron sus animadores.