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EL LEVANTAMIENTO EN ALEMANIA DEL ESTE. 1953
(Ebert, Theodor. "Resistance a l`Est". MIR-IRG. Bruselas 1983.
Brunier, Christian. Revista "Non-Violence Politique", dossier 2. Traducciones Oveja Negra, n. 34)

Alemania del Este, como gran número de países, se reponía progresivamente de los daños producidos por la II Guerra Mundial. Hasta marzo de 1953, fecha de la muerte de Stalin, el pueblo había soportado duros sacrificios para ayudar a la reconstrucción del país en un clima a menudo inspirado en el terror. La muerte de Stalin fue acogida como un amanecer por los trabajadores que esperaban un régimen más liberal, un alivio a sus privaciones. En efecto, las necesidades de la guerra fría habían gravado fuertemente el sector de bienes de consumo. Los almacenes del Estado no eran capaces de aprovisionar a la gente de patatas, materia grasa, carne y carbón.

La colectivización forzada de la agricultura llevada a cabo por el SED, partido oficial en el poder desde 1946, había empujado a un número creciente de campesinos a trasladarse a Alemania del Oeste. Al comienzo de la primavera de 1953 la escasez se agravó y se impusieron las cartillas de racionamiento. Los obreros de las ciudades fueron los más perjudicados por esta crisis de avituallamiento y aparecen en algunas zonas industriales las primeras huelgas y movimientos de protesta.

El Secretario del SED, Walter Ulbricht, sintiéndose impotente para resolver la penuria alimentaria, pidió a la Unión Soviética ayuda económica urgente a primeros de abril. La respuesta fue "no". A Ulbricht sólo le quedaba una solución: acentuar la presión sobre los trabajadores pidiéndoles nuevos sacrificios. El 28 de mayo fue publicado un decreto anunciando medidas de intensificación del trabajo industrial en un 10% sin aumento de los salarios. En este clima de expectativas de cambio por una parte y de endurecimiento de las condiciones de trabajo por otra, habían estallado ya unas sesenta huelgas locales en la primera quincena de julio.

EXPLOSIÓN ESPONTANEA EL 16 DE JUNIO DE 1953.

Sin embargo, el gran levantamiento de Alemania del Este surgió espontáneamente y sorprendió a las autoridades, que no estaban preparadas para este suceso. Se produjo después de que los dirigentes del SED intentaran persuadir a los obreros de la construcción que trabajaban en la arteria edificada a la gloria del socialismo, avenida Stalin de Berlín, de que les sería conveniente aceptar voluntariamente el endurecimiento del contrato de trabajo.

El sábado 13 de junio, trabajadores del VEB (Sociedad Pública de Construcción Industrial) salieron de excursión en barco con miembros de otros sindicatos de la construcción, entre ellos algunos trabajadores del bloque 40 de la avenida Stalin. Su principal tema de discusión fue el de las medidas de intensificación del trabajo. Todos estaban de acuerdo en que la intensificación "voluntaria" no se podía tolerar.

El lunes 15 de junio la agitación se extendió entre los obreros de la construcción de la avenida Stalin. En el bloque 40 eligieron a dos delegados para transmitir a Grotewohl, primer Ministro y a Ulbricht la petición de vuelta a las normas laborales anteriores. La dirección sindical oficial invitó a los trabajadores a esperar la llegada de los portavoces pero a las 14,30 los trabajadores se pusieron en huelga y anunciaron que no reemprenderían el trabajo hasta que el problema se hubiera resuelto de forma satisfactoria. El anuncio de huelga se propagó como un reguero de pólvora a las otras construcciones de la avenida Stalin, pero ese día era ya demasiado tarde para iniciar una acción de apoyo. Es poco verosímil que la huelga hubiera sido decidida durante la excursión, pero allí los trabajadores sí descubrieron que no eran los únicos en experimentar el desencanto y que no estarían solos si decidían iniciar alguna acción de protesta. Existía, pues, un sentimiento de solidaridad, primera condición de una resistencia pasiva.

El martes 26 de junio, un artículo publicado en el periódico sindical "Tribüne" avivó el fuego, anunciando la decisión del Consejo de Ministros de que el endurecimiento del contrato de trabajo fuese estrictamente aplicado para el 30 de junio. El representante del sindicato de la construcción no encontró ese día entre los trabajadores ninguna adhesión al lema del SED, "primero trabajar más, después vivir mejor". Tras una discusión, los trabajadores decidieron enviar a los delegados que habían elegido el día anterior ante Ulbricht y Grotewohl. Durante una asamblea improvisada un trabajador propuso que deberían ir todos allí, lo que fue aceptado unánimemente. El levantamiento comenzó en ese momento. Los trabajadores decidieron protestar abiertamente. Después de esto no podían echarse atrás. Salieron 300, después de recorrer el barrio y dejar las obras desiertas eran 2.000 y cuando esta manifestación espontanea llegaba a la Ciudad de los Ministerios eran ya 10.000 personas. Sin embargo, nadie conducía la marcha ni había un comité de huelga. Los manifestantes sólo sabían que no estaban dispuestos a dejarse desmovilizar a golpe de slogan del partido. Las arengas de los representantes oficiales para que se dispersaran fueron inútiles. Sin embargo, nadie sabía cual iba a ser el paso siguiente. Uno de los trabajadores dijo: "camaradas, esperemos aún media hora, si entonces Gotewohl y Ulbricht no han aparecido para satisfacer nuestras reclamaciones, iremos por los barrios obreros e invitaremos a otros camaradas a comenzar mañana una huelga general". Ante este anuncio un testigo relata: "Primero nos quedamos estupefactos, quizá porque no nos habíamos dado cuenta de la velocidad a la que evolucionaba la situación. Segundos después hubo una tempestad de aplausos y todo el mundo se pudo a discutir sobre la huelga general. Los más jóvenes no sabían siquiera de qué se trataba".

La llamada a la huelga general contra un gobierno que se decía obrero equivalía a la revolución. El movimiento de protesta contra el endurecimiento de los contratos se había transformado en un levantamiento popular. Esto se notaba en los gritos de "¡abajo el gobierno!" "¡libertad!" , y en las voces que reclamaban elecciones libres por voto secreto.

Cantando a coro el cortejo de obreros llamaba a la huelga general. Los camiones con altavoces enviados por el gobierno para anunciar que el politbüro iba a "reconsiderar" los contratos llegaron demasiado tarde. Los manifestantes se apoderaron de uno de estos camiones y transmitieron su invitación a la huelga a miles de obreros, llamándoles a concentrarse al día siguiente por la mañana. El cortejo volvió a la avenida Stalin donde se disolvió hacia las 5 de la tarde para volver a sus casas.

EL LEVANTAMIENTO SE PROPAGA.

El levantamiento se extendió con una rapidez sin precedentes en las campañas de resistencia. El 16 de junio habían comenzado 300 trabajadores, al día siguiente había al menos 300.000 en unas 272 localidades de toda Alemania del Este. La explicación que el SED dio posteriormente a este fenómeno fue que el levantamiento había sido preparado en la República Federal para estallar el "día X", dirigido por agitadores de Berlín Oeste y agentes fascistas, pero no hay ningún indicio de que occidente apoyara siquiera al movimiento revolucionario. A las 16,30 del 16 de junio la RIAS (Radio Berlinesa controlada por los americanos) difundió las primeras noticias de la manifestación en Berlín Este, pero se negó a transmitir la llamada a la Huelga general y a dejar a un obrero de Berlín Este tomar la palabra. Hay, sin embargo, numerosos testimonios de que en esa misma tarde los funcionarios de ferrocarriles y del Departamento de Comercio Interior y Exterior utilizaron las redes telefónicas y de telex para informar a sus compañeros de los acontecimientos de Berlín. Así y todo, el hecho de que las noticias de las manifestaciones de Berlín llegaran a toda Alemania no explica por sí solo que los trabajadores se declararan inmediatamente solidarios con sus camaradas berlineses. La explicación la podemos intuir en la respuesta de un miembro de la Policía Popular (Vopo) de Berlín Este cuando los obreros le pidieron que participara en la manifestación. Primero, él y sus dos compañeros quedaron en silencio e inmóviles, después, de repente, se quitó la guerrera, la tiró al suelo, y gritó: "Por fin, el día que estaba esperando". A medida que eran conocidas por los obreros las noticias de Berlín se formaron en las fábricas comités de huelga y en algunas ciudades se llegó a coordinar la huelga general formando comités de iniciativas. Generalmente las manifestaciones se desarrollaron con calma y disciplina con la esperanza de que así no intervendría el ejército. Aunque este fue el clima general, el 17 ya se produjeron algunos choques violentos con las fuerzas represivas, y la consigna ante estos hechos, explotados por el poder, fue la de frenar la resistencia.

REACCION DE LAS AUTORIDADES DEL PARTIDO.

En occidente se ha mantenido y se sigue manteniendo la idea de que el Estado Comunista posee una máquina perfecta de dominación y represión. No distinguen en él más que dos categorías de ciudadanos: los funcionarios del partido adoctrinados ideológicamente y la masa de sujetos impotentes. Toda resistencia parece imposible.

La reacción de los dirigentes ante el levantamiento muestra que esta concepción debe ser modificada. Una resolución de la 15ª Sesión del Comité General del SED hizo las siguientes declaraciones: "Los acontecimientos del 16 al 19 de junio han revelado que durante este período de provocación fascistas, algunas organizaciones del partido, algunos dirigentes del partido, agentes responsables del partido y miembros del partido han cedido al pánico y a la confusión. En muchos casos miembros del partido se han unido a los rebeldes y han tomado parte en asambleas y manifestaciones. Otros miembros, perdiendo su sangre fría, han capitulado ante enemigos del partido y provocadores fascistas o se han subido a su carro".

El levantamiento no se encontró con una dirección del partido monolítica. La primera reacción de miembros y dirigentes del partido fue la sorpresa total Tenían ante sí a un verdadero movimiento de la clase obrera y no podían comprender cómo se dirigía precisamente contra el "partido obrero". Por otra parte, mientras los obreros de la construcción tomaban las calles de Berlín, en la sede del Comité Central los principales dirigentes estaban metidos en un conflicto interno de poder, discutiendo los cambios de política y personal para el "nuevo curso".

Ante los acontecimientos del 16 el Politbüro decidió comunicar a los manifestantes el aplazamiento de los nuevos contratos, creyendo que de esta forma se dispersarían por sí solos, pero cuando la noticia corrió entre ellos su confianza se reforzó, la acción había tenido su primer gran triunfo y no se iba a parar en él. Para numerosos miembros del partido esta noticia se convertía en una derrota personal. Habían estado hasta ese momento defendiendo ante los trabajadores la necesidad de los nuevos contratos. Ahora se sentían abandonados por la dirección del partido " en retirada" y rechazados por los trabajadores.

Las escasas informaciones que se tienen sobre las discusiones internas del SED muestran el clima de depresión y desconcierto que reinaba entre los responsables. El Ministro de Justicia expresó la opinión de que el derecho de huelga estaba garantizado por la Constitución y que los cabecillas de estas huelgas no podían ser perseguidos. Las autoridades soviéticas querían evitar a toda costa el derramamiento de sangre.

La actitud de los dirigentes del partido nos muestra que si bien la ideología comunista puede llenar de justificaciones una violencia extrema, puede también, en determinadas circunstancias, inhibir su uso. Las manifestaciones de obreros cantando "La Internacional", sumieron en la confusión y paralizaron el partido precisamente porque tocaban sus fibras ideológicas.

EL PAPEL DE LA POLICÍA Y EL EJERCITO.

Los tres principales pilares de un régimen totalitario son el aparato del partido, la policía y el ejército. Como los días 16 y 17 la dirección y los miembros del partido se encontraban paralizados en su conjunto, el papel de las fuerzas armadas tenía una importancia decisiva. Cada una de las dos fuerzas armadas se componía de los elementos: la policía, de la Policía Popular (Vopos) y de la Policía de Seguridad (SSD); El ejército, de la Policía Popular de Reserva (KUP) y de las tropas de ocupación rusa.

Los miembros de la Policía Popular reaccionaron de la misma forma que los responsables del partido. Quedaron pasivos y algunos se unieron a los rebeldes. En numerosas ocasiones los manifestantes intentaron atraer a los Vopos a su campo. Cuando se daban cuenta de que en la manifestación iban familiares y amigos les era más fácil unirse a ellos. Cuando los contactos personales no podían establecerse, el simple hecho de que algunas de las fábricas más conocidas estuvieran representadas en la manifestación animaba a algunos policías a expresar su solidaridad con los huelguistas. No hicieron uso de las armas, limitándose a poner cordones de seguridad agarrándose de los brazos.

Al contrario, los manifestantes tuvieron grandes dificultades para romper la resistencia y confraternizar con los miembros de la SSD. Generalmente permanecieron en las dependencias del partido o las prisiones y no actuaron a no ser que fueran atacados directamente. La dimensión de las manifestaciones produjo por sí sola un efecto paralizante y desmoralizador sobre los agentes de la SSD, poco numerosos y armados generalmente con simples pistolas. Desde la mañana del 17 el Ministerio del Interior perdió todo contacto con todos sus servicios y al mediodía estaba totalmente aislado. No está claro si el aparato de la SSD se averió o si fue deliberadamente fundido por el jefe de la policía, que se oponía a Ulbricht y simpatizaba con los manifestantes.

La actitud de la Policía Popular de Reserva es aún más inexplicable. La noticia del levantamiento sembró la confusión entre los oficiales superiores y los Estados Mayores. Los hombres de la KPV no se movieron hasta que fueron puestos a disposición del mando supremo soviético, tras lo cual se mostraron como un instrumento de represión eficaz. Las sospechas que los rusos tenían de que la KUP pudiera pasarse a los rebeldes se plasma en el hecho de que este cuerpo no recibió más que 30 cartuchos por hombre. No se puede concluir, sin embargo, que la KUP se hubiera mostrado desleal al régimen si no es por la intervención soviética, ya que es un cuerpo que por su aislamiento de la población no podía experimentar y menos aún expresar ninguna solidaridad con los manifestantes. Su vida en los cuarteles les separaba del mundo exterior. Hubo una mala información sobre las causas y desarrollo del levantamiento. Los soldados que se desplegaron en Berlín la noche del 16 habían sido informados por sus oficiales de que iban a recoger octavillas repartidas por el enemigo. Cuando se encontraron no con octavillas sino con manifestaciones obreras los oficiales les explicaron que agentes americanos habían entrado para fomentar la revuelta en ciertos sectores de la población. Es posible que dudaran de tal información pero había otros tres factores aislantes que les impedían una información convincente. A diferencia de los Vopos, la KUP se componía de hombres originarios de regiones distintas a su destino, por lo que estaban poco familiarizados con la situación local. El desarrollo de una solidaridad grupal en las diversas unidades se hacía imposible por la presencia de oficiales "políticos" y de agentes del Servicio de Seguridad del Estado, que impedían toda discusión sincera. Por último, el hecho de estar organizados en grandes unidades les hacía estar más aislados de las manifestaciones, teniendo menos ocasión de hablar con los huelguistas. De hecho, cuando fueron repartidos en unidades más pequeñas su aislamiento disminuyó. No obstante, se produjeron algunos casos significativos de desobediencia.

No es impensable que incluso las grandes unidades de la KUP hubieran fracasado ante decididas manifestaciones si no hubieran estado presentes las tropas soviéticas.

Parece claro que las tropas rusas tuvieron una importancia decisiva en el fin del levantamiento: La aparición de los tanques rusos en numerosas localidades a partir del 17 a mediodía y la proclamación del estado de emergencia unas horas más tarde cortaron las ilusiones y el ánimo de los trabajadores y permitieron a los hasta entonces atónitos responsables retornar a sus puestos habituales en el aparato del partido.

CONSIDERACIONES ESTRATÉGICAS Y TÁCTICAS.

Una pequeña obra dedicada al análisis del levantamiento publicada por el Ministerio Federal del Asuntos Panalemanes dirigió a los rebeldes la crítica de no haber conseguido ocupar los despachos de telégrafos y las emisoras de radio y de haber evitado el recurso a la fuerza. Sin embargo, la experiencia de Alemania del Este sugiere que existen argumentos a favor de la utilización de métodos noviolentos para la resistencia bajo regímenes comunistas.

Indiscutiblemente, la actitud generalmente noviolenta de los manifestantes impidió al SED tomar medidas inmediatas contra ellos. Los manifestantes se amparaban en el Derecho Constitucional a la huelga e incluso en el Ministerio de Justicia nadie conocía el alcance exacto de dicho derecho. El 16 de junio los trabajadores de la construcción fueron al Cuartel General de los Sindicatos y encontraron la puerta cerrada. Uno de los protagonistas lo cuenta: "No había nadie en los alrededores, pero no intentamos entrar a la fuerza. Si hubiéramos forzado la puerta, el gobierno estaría encantado de haber encontrado un pretexto para tomar medidas contra nosotros".

El 16 de junio fue una jornada de manifestaciones noviolentas en Berlín, pero a lo largo del 17 el levantamiento tomó formas cada vez más violentas. Carteles comunistas, kioscos de periódicos y retratos de Ulbricht fueron destruidos y quemados. Hubo algunos enfrentamientos entre manifestantes y policías que ocupaban las calles. En algunas ciudades las prisiones fueron invadidas y aprovechando la confusión algunos presos políticos se escaparon. Algunos responsables e informadores fueron golpeados por la multitud hasta la muerte. Pero los enfrentamientos fueron la excepción y en general los elementos más razonables entre los obreros procuraron impedir los actos de violencia. Los manifestantes pusieron bajo llave o destruyeron todas las armas que encontraron.

Que fue precisamente el carácter disciplinado y noviolento el que puso en peligro al SED, se puede deducir indirectamente de los informes retrospectivos aparecidos en la prensa del partido, que justifican la represión brutal calumniando a los "jefes de bandas" y sus métodos pretendidamente violentos. Bajo el título "El fascismo muestra su rostro repugnante", el "Neues Deutschland" afirmaba el 23 de junio: "El 17 de junio... las ordas fascistas ocuparon las calles, asesinando, saqueando, destruyendo y robando. En Halle los bandidos asesinaron a un policía popular... su plan criminal era destruir las reservas de víveres del pueblo y ni siquiera pensaron en los niños y bebés. En Görlitz, fuertes grupos de provocadores fascistas hicieron dar media vuelta a los camiones de la leche a las puertas de la ciudad... ¿Quiénes eran estos provocadores y espías? En Leipzig, Gerda Schiffel, una prostituta profesional, encabezó una banda de asesinos y les llevó ante los jóvenes de la FDJ, incitando a la multitud a invadirla y a saquearla. Cuando los policías populares intentaron intervenir, Shiffel ordenó a sus compinches matarlos. Ella lleva sobre su conciencia la muerte de quienes dejaron a este monstruo depravado conducirles hasta el fuego de nuestras fuerzas armadas".

Estos esfuerzos frenéticos destinados a desacreditar a los rebeldes y a sus métodos sugieren que una acción noviolenta disciplinada puede poner en situación embarazosa a un régimen comunista. El 17 de junio, fue la utilización eficaz del ejército lo que sacó de este apuro al régimen del SED. ¿Hay tácticas noviolentas que permiten alcanzar el triunfo en caso de enfrentamiento entre resistentes y fuerzas armadas? Hay dos grandes posibilidades. Confraternización y rechazo al enfrentamiento.

Para que la confraternización pueda producir algún efecto es necesario que los soldados tengan una idea de la identidad, los fines y los métodos de los resistentes. Puede ser más importante informar e influir a los oficiales que a la tropa; el 17 de junio se produjeron casos significativos de desobediencia, más entre los oficiales que entre los subordinados. No se hizo ninguna tentativa para hablar y pasar información a los soldados rusos, que estaban estacionados en campos aislados y que frecuentemente eran sustituidos por tropas de refresco venidas de Rusia. El alcalde de Berlín Oeste redactó en ruso un mensaje dirigido a los miembros de las fuerzas de ocupación soviéticas y lo gravó en un estudio; pero los aliados prohibieron su difusión, detuvieron también el intento de una organización de emigrantes rusos que querían ponerse en la frontera con un camión provisto de altavoces para pedir a los soldados rusos que no usaran la violencia contra los obreros que se manifestaban para defender sus derechos.

Sí, desde los primeros momentos del levantamiento se hubiera intentado informar de su naturaleza a las tropas rusas y alemanas, probablemente habría sido posible convencerles de no recurrir a la fuerza contra los manifestantes, incluso en el caso de encontrarse de frente. Cuando aparecieron los tanques rusos, la mayor parte de los rebeldes se rindieron o desesperaron. Llevados por una rabia impotente, algunos jóvenes lanzaron piedras. Sin embargo, en Jena, hubo un acto de resistencia específicamente noviolento: las mujeres se sentaron en fila ante algunos tanques y los pararon; Otros, en medio de la multitud, hicieron barricadas con tranvías. Los manifestantes no estaban familiarizados con los métodos de resistencia noviolentos. Cuando los rusos abrieron fuego, la multitud se dispersó.

Es imposible decir lo que habría pasado si la multitud hubiera mostrado más resolución. En todas partes los tanques avanzaban lentamente entre los grupos de gente y cuando no encontraban resistencia armada, los soldados descargaban sus fusiles al aire. En consecuencia, algunos oficiales y soldados rusos y alemanes fueron ejecutados por desobediencia.

Los enfrentamientos sólo pueden tomar un curso favorable a la resistencia si están preparados y organizados con anterioridad y conducidos de una manera deliberadamente noviolenta. A menudo puede ser preferible una táctica que evite el enfrentamiento de masas con las fuerzas del orden, lo que no significa que se renuncie a resistir.

Después de la proclamación del estado de emergencia los comités de huelga de algunas ciudades continuaron llamando a la huelga general. En la calle los manifestantes podían ser fácilmente dispersados, pero no si se quedaban en casa o hacían una huelga en sus puestos de trabajo. Uno de los más previsores, el presidente del comité de huelga de Bitterfeld cuenta algunas medidas para evitar enfrentamientos de masa: "Por la radio local hemos llamado a los obreros a volver a sus empresas pero no a retomar el trabajo. Hemos presionado a los otros ciudadanos a volver a sus casas, a abrir las galerías de alimentación, a los trabajadores del gas y la electricidad a reanudar su servicio. La mayor parte de la gente ha seguido nuestros consejos y se ha dispersado. Dos horas más tarde era proclamado el estado de emergencia. Estábamos preparados. No ha habido necesidad de hacer frente a motines callejeros. De nuevo hemos difundido por la radio una llamada para que nadie se reincorpore a la actividad laboral antes de que se lo pidamos". Pero esta posición no se generalizó.

No se puede decir cómo habría evolucionado la situación si la huelga hubiera tomado la forma de un paro de trabajo noviolento y prolongado en lugar de desarrollarse en la calle, y en ciertos lugares de hacerse violenta. En ciertas fábricas donde la huelga de celo duró varios días los trabajadores no sufrieron ninguna pérdida e incluso obtuvieron la liberalización de algunos de sus compañeros de trabajo que habían sido detenidos.

Una huelga general prolongada exige unas condiciones para su éxito de las que carecieron. Sus mayores debilidades fueron la falta de preparación en el plano organizativo, ausencia de una dirección central, incapacidad de los responsables de huelga locales de permanecer en contacto unos con otros.

De la experiencia alemana podemos concluir que una resistencia noviolenta de gran envergadura puede quebrar la suficiencia ideológica de un régimen comunista y de su aparato de partido. Una resistencia semejante implica una utilización consciente y disciplinada de la acción noviolenta así como una organización y comunicaciones eficaces.